Seis personajes en busca de autor – Segunda Parte

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In Italiano – Sei personaggi in cerca d’autore
In English – Six characters in search of an author

Seis personajes en busca de autor - Segunda Parte

Seis personajes en busca de autor
Segunda Parte

El timbre avisará que continúa la representación. De los camerinos, por la puerta y también de la sala, volverán al escenario los actores, el Director de escena, el tramoyista, el apuntador, el guardarropa. Al mismo tiempo, vendrá del camerino el Director con los seir personajes. Se apagarán las luces de la sala  y el escenario volverá a iluminarse como antes.

El Director: ¡Vamos, vamos, señores! ¿Están todos? Atención, atención. ¡Comenzamos!… ¡Tramoyista!

El tramoyista: ¡Aquí estoy!

El Director: Arregle rápido la escena de la salita. Bastarán dos bastidores y un telón con la puerta. ¡Rápido, por favor!

El tramoyista correrá deprisa a hacerlo, mientras el Director se las arreglará con el Director de escena, el guardarropa, el apuntador  y los actores para la representación inmediata, y dispondrá ese simulacro de la escena indicada: dos bastidores y un telón con la puerta, con listones rojos y dorados.

El Director (Al guardarropa): Mire si tenemos una meridiana en el almacén.

El guardarropa: Sí, señor. La verde.

La hijastra: ¿Verde? Era amarilla, floreada, de felpa y muy grande, comodísima.

El guardarropa: Eso no lo tenemos.

El Director: No importa. Traiga la que haya.

La hijastra: ¿Cómo que no importa? ¡Si es la famosa meridiana de Madama Paz!

El Director: ¡Es sólo para el ensayo! Le ruego que no se entrometa.

(Al Director de escena): Mire si hay una vitrina alargada y baja.

La hijastra: ¡La mesita, la mesita de caoba para el sobre azulado!

El director de escena (Al Director): Tenemos uno pequeño, dorado.

El Director: Está bien. ¡Traiga ése!

El padre: Un tocador.

La hijastra: ¡Y el biombo! Un biombo, por favor. De lo contrario, ¿cómo lo haré?

El director de escena: Sí, señora. Tenemos muchos biombos, no se preocupe.

El Director (A la hijastra): Y algunos percheros, ¿verdad?

La hijastra: ¡Sí, muchos, muchos!

El Director (Al Director de escena): Mire cuántos hay y que los traigan.

El director de escena: ¡Yo me encargo!

El director de escena también correrá por lo suyo. Mientras, el Director seguirá hablando con el apuntador y luego con los personajes y los actores; el Director de escena hará que lleven los muebles solicitados por los ayudanteS de escena  y las dispondrá como crea oportunos.

El Director (Al apuntador): Usted, en tanto, coja su sitio. Tenga, éste es el borrador de las escenas, acto por acto.

(Le dará varias cuartillas): Pero ahora es necesario que nos haga un favor.

El apuntador: ¿Taquigrafiar?

El Director (Alegremente sorprendido): ¡No me diga! ¿Sabe taquigrafiar?

El apuntador: Puede que no sea un buen apuntador, pero la taquigrafía…

El Director: ¡Mejor que mejor!

(Dirigiéndose a uno de los ayudantes de escena): Vaya a mi camerino y coja todo el papel que encuentre. Cuanto más, mejor.

El ayudante de escena saldrá corriendo y poco después volverá con una muy buena cantidad de papeles, que le entregará al apuntador.

El Director (Al apuntador): Siga las escenas a medida que se vayan representando y trate de anotar los diálogos, al menos los más importantes.

(Luego, dirigiéndose a los actores): ¡Despejen, señores! Eso, colóquense de este lado (señalará a su izquierda) ¡y presten mucha atención!

La primera actriz: Disculpe, pero nosotros…

El Director (Previniéndola): ¡Quédese tranquila! ¡No tendrán que improvisar!

El primer actor: ¿Qué tenemos que hacer?

El Director: ¡Nada! Por ahora sólo quédense mirando y escuchando. Después cada uno tendrá su parte debidamente escrita. Ahora haremos un ensayo, como salga. ¡Lo harán ellos! (Señalará a los personajes)

El padre (Como sorprendido en medio de la confusión del escenario): ¿Nosotros? ¿Cómo es eso de un ensayo?

El Director: Un ensayo. ¡Un ensayo para ellos! (Señalará a los actores)

El padre: Pero si los personajes somos nosotros…

El Director: Está bien, ustedes son «los personajes» Pero aquí, estimado amigo, no actúan los personajes. Aquí actúan los actores. Los personajes están allí, en el guión (señalará al foso del apuntador), ¡cuando haya un guión!

El padre: ¡Por eso mismo! Ya que no lo hay y tienen la suerte de tener vivos a los personajes delante de ustedes…

El Director: ¡Genial! ¿Quieren entonces hacerlo todo ustedes? ¿Actuar y presentarse por sí solos delante del público?

El padre: Claro, tal y como somos.

El Director: ¡Ah! ¡Le aseguro que harían un bonito espectáculo!

El primer actor: ¿Entonces qué estamos haciendo nosotros aquí?

El Director: ¡No imaginarán acaso que ustedes van a representar los papeles! Si ustedes dan risa…

(Los actores, en efecto, reirán).

¡Ahí lo tiene, mire, se ríen!

(Recordando): ¡A propósito! Será necesario asignar los papeles. Es fácil. Ya están asignados por sí mismos.

(A la segunda actriz): Usted, señora, será la Madre.

(Al padre): Habrá que darle un nombre.

El padre: Amalia, señor.

El Director: Pero es el nombre de su esposa. ¡No querrá que la llamen con su verdadero nombre!

El padre: ¿Y por qué no? Se llama así. Aunque, claro, si tiene que representarlo la señora…

(Apenas señalará con la mano a la segunda actriz): Yo la miro a ella (señalará a la madre) como Amalia, señor. Pero haga usted lo que…

(Se turbará cada vez más): No sé qué decirle… Empiezo… No lo sé, empiezo a sentir falsas mis propias palabras, con otro sonido.

El Director: ¡No se preocupe por eso! Ya nos encargaremos nosotros de dar con el tono adecuado. Y si es por el nombre, si usted quiere «Amalia», será entonces Amalia, o buscaremos otro. Por ahora designaremos a los personajes de esta manera.

(Al actor joven): usted, el Hijo;

(A la primera actriz): usted, la señorita. La Hijastra, se supone.

La hijastra (Risueña): ¿Qué cosa? ¿Yo, ésa?

Estallará en risas.

El Director (Furibundo): ¿Qué le da tanta risa?

La primera actriz (Indignada): ¡Ninguna ha osado jamás reírse de mí! ¡O se me respeta o me voy!

La hijastra: No me interprete mal. No me río de usted.

El Director (A la hijastra): Tendría que sentirse honrada por ser representada por…

La primera actriz (Rápida, con desdén): «¡Ésa!»

La hijastra: Pero si no lo decía por usted, créame. Lo decía por mí, que no me reconozco en usted. No lo sé, es que… ¡no se parece a mí en nada!

El padre: ¡Eso es! Mire, señor. Nuestra expresión…

El Director: ¿Pero qué expresión? ¿Creen tenerla ya en ustedes? ¡En absoluto!

El padre: ¿Cómo? ¿No tenemos expresión propia?

El Director: ¡En absoluto! Su expresión se convierte en materia aquí, gracias a que le dan cuerpo y figura, voz y gesto los actores, quienes  – por su destreza – han sabido expresar materias más altas incluso. Por más que sea pequeña su expresión, se sostendrá en la escena, créame, gracias al mérito exclusivo de mis actores.

El padre: No me atrevo a contradecirlo, señor. Pero de verdad que es indignante para nosotros que se nos vea así, con estos cuerpos y figuras…

El Director (Cortándolo, impaciente): Eso se corrige con maquillaje, estimado amigo, con maquillaje, en lo que toca a la figura.

El padre: Sí, pero la voz y el gesto…

El Director: ¡Seré sincero! ¡Usted, tal como es, imposible! ¡Aquí tenemos al actor que lo representa y punto!

El padre: Comprendo, señor. Pero quizá ahora sospecho también por qué nuestro autor, que nos vio vivos así, no quiso adecuarnos para la escena. No quiero ofender a sus actores. ¡Dios me libre! Pero pienso que verme representado… no sé por quién…

El primer actor (Con altivez, levantándose y aproximándose hacia él, seguido por las jóvenes actrices, que reirán): Por mí, si no le disgusta.

El padre (Humilde y melifluo): Es un honor, señor.

(Se inclinará): Pero creo que por más que el señor esté dispuesto a representarme con toda su voluntad y su arte…

Se turbará.

El primer actor: Concluya, concluya…

Risas de los actores.

El padre: Decía, la representación que hará, incluso forzando el parecido gracias al maquillaje, digo más bien… con su estatura…

(todos los actores reirán)

difícilmente podrá hacer una representación sobre mí, tal como yo soy en realidad. A lo sumo será…, aparte de la figura, será como usted me represente, como usted me sienta  – si llega a sentirme – y no como yo me siento por dentro. Y me parece que quien venga a juzgarnos debería tener esto en cuenta.

El Director: ¿Está pensando ahora en los juicios de la crítica? ¡Y yo que le hago caso! Deje que la crítica diga lo que quiera. Nosotros vamos a montar la comedia, ¡si es posible!

(Apartándose y mirando a su alrededor): ¡Vamos, vamos! ¿Ya está lista la escena?

(A los actores y los personajes): ¡Muévanse, muévanse de aquí! Necesito ver bien.

(Bajará del escenario): ¡No perdamos más tiempo!

(A la hijastra): ¿Le parece que está bien así la escena?

La hijastra: Yo, la verdad, no me siento identificada.

El Director: ¡Seguimos con lo mismo! ¡No querrá que reconstruya exactamente la trastienda de Madama Paz!

(Al padre): ¿Me dijo un tapizado floreado?

El padre: Sí, señor. Y blanco.

El Director: No es blanco, sino con listones. ¡Pero eso importa poco! En lo que toca a los muebles, mal que bien, parece que estamos listos. Esa mesita, tráiganla un poco más hacia delante.

(Los ayudantes de escena lo harán de inmediato.)

(Al guardarropa): Usted, mientras tanto, consíganos un sobre, posiblemente azulado, y entrégueselo al señor.

(Señalará al padre.)

El guardarropa: ¿Sobre de correspondencia?

El Director y el padre: Sí, sí. . .

El guardarropa: ¡Ahora mismo!

(Saldrá.)

El Director: ¡Vamos, vamos! La primera escena es de la señorita.

(La primera actriz se acercará): ¡Usted espere! Me refería a la señorita.

(Señalará a la hijastra): Usted se limitará a observar…

La hijastra (Acotando rápidamente): … ¡cómo la vivo yo!

La primera actriz (Resentida): ¡Yo también sabré vivirla, no lo dude, apenas empiece a actuar!

El Director (Con las manos en la cabeza): ¡Basta de discusiones! Por lo tanto, la primera escena es de la señorita con Madama Paz. ¡Oh!

(Se turbará, mirando a su alrededor y volviendo a subir al escenario): ¿Y la tal Madama Paz?

El padre: No ha venido con nosotros, señor.

El Director: Y ahora, ¿qué hacemos?

El padre: ¡Pero ella también vive!

El Director: De acuerdo… Pero, ¿dónde vive?

El padre: Yo me encargo.

(Dirigiéndose a las actrices): Si ustedes quisieran tener la amabilidad de darme por un momento sus sombreros.

Las actrices (Un poco sorprendidas, riéndose en coro):  – ¿Cómo?

– ¿Los sombreros?

– ¿Pero qué dice?

– ¿Para qué?

– ¡Míralo!

El Director: ¿Qué quiere hacer con los sombreros de las señoras?

Los actores reirán.

El padre: Nada, nada. Solamente colocarlos un momento en estos percheros. Además, alguna debería ser tan amable como para darme su abrigo.

Los actores:  – ¿También el abrigo?

– ¿Y después?

– ¡Tiene que estar loco!

Alguna de las actrices:  – ¿Por qué?

– ¿Sólo el abrigo?

El padre: Para colgarlo sólo un momento… Háganme el favor. ¿Pueden?,

Las actrices (Quitándose los sombreros, y algunas de ellas los abrigos, seguirán riendo y acercándose por aquí y por allá a los percheros):  – ¿Y por qué no?

– ¡Aquí está!

– ¡Esto es una auténtica broma!

– ¿Quiere hacer una exposición?

El padre: Eso es, señora. Así, expuestos.

El Director: ¿Se puede saber para qué?

El padre: Ya lo verá, señor. Porque, a lo mejor, preparando mejor la escena, adaptada con los mismos objetos de su negocio, es posible que aparezca entre nosotros…

(Invitando a mirar hacia la puerta del fondo del escenario): ¡Miren! ¡Miren!

La puerta del fondo se abrirá y Madama Paz se aproximará. Es una vieja enorme, con una pomposa peluca de lana color zanahoria y una flamante rosa española a un costado; toda pintada, vestida con la elegancia vulgar de un vestido de seda rojo muy chillón, con un abanico de plumas en una mano mientras en la otra sostiene entre dos dedos un cigarrillo encendido.

Apenas aparece, los actores y el Director darán un grito de espanto y se irán del escenario, abalanzándose hacia las escalerillas, huyendo por el corredor. La hijastra, en cambio, irá apresurada, humilde, hacia Madama Paz, como si ella fuera su tutora.

La hijastra (Acercándose): ¡Aquí está! ¡Aquí está!

El padre (Animado): ¡Es ella! ¿No lo dije? ¡Aquí está!

El Director (Superando el primer impacto, indignado): ¿Qué trucos son estos?

El primer actor (Casi al mismo tiempo): ¿En dónde estamos, mejor dicho?

El actor joven: ¿De dónde salió ésa?

La actriz joven: ¡Se la estaban guardando!

La primera actriz: ¡Éstos son juegos de magia!

El padre (Apaciguando las protestas): ¡Disculpen! Pero, ¿por qué quiere dañar en nombre de una verdad vulgar este prodigio de una realidad que nace evocada, atraída y formada por la misma escena, y que tiene más derecho a vivir aquí que ustedes mismos, ya que es más verdadera que ustedes? ¿Cuál de las actrices podrá hacer el papel de Madama Paz? Pues bien: ¡Madama Paz es ella! Concederán al menos que la actriz que la represente será siempre menos auténtica, pues se trata de ella misma en persona. ¡Miren: mi hija la ha reconocido y de inmediato se le ha acercado! ¡Quédense, quédense a ver la escena!

Titubeando, el Director y los actores volverán a subir al escenario. Pero ya la escena entre la hijastra y Madama Paz, durante la protesta de los actores y la respuesta del padre, habrá empezado, susurrada, muy despacio, sobre todo espontáneamente, como no sería posible lograrla sobre ningún escenario. De manera que, cuando a los actores les haya llamado la atención el padre, se volverán a mirar y verán a Madama Paz, que ya habrá tomado del mentón a la hijastra para levantar su rostro, escuchándola hablar en un modo incomprensible, y se quedarán por un momento alertas. Luego, casi de inmediato, quedarán decepcionados. 

El Director: ¿Y bien?

El primer actor: Pero, ¿qué dice?

La primera actriz: ¡Así no se escucha nada!

El actor joven: ¡Más alto! ¡Más alto!

La hijastra (Dejando por un momento a Madama Paz, que sonreirá con una sonrisa inigualable, se acercará al grupo de actores): «Más alto» ¡Cómo no! ¿Qué tanto más alto?

¡No son cosas que se puedan decir en voz alta! Yo las he podido decir en alto para avergonzarlo (señalará al padre), ¡y también para vengarme! Pero para Madama Paz significa otra cosa: ¡la cárcel!

El Director: ¡Ah, preciosa! ¡Sólo eso nos faltaba! ¡Aquí es necesario escuchar lo que se dice! ¡Ni siquiera nosotros podemos escucharla y estamos en el escenario! ¡Imagínense cuando esté el público en el teatro! Hay que hacer bien la escena. Y por otra parte pueden hablar en voz alta sin ningún problema, porque no estaremos aquí en el escenario, como ahora, escuchando. Imaginen que están solas en una habitación, en la trastienda, y que nadie las escucha.

La hijastra, con cierta gracia, sonriendo maliciosamente, hará muchas veces con el dedo un gesto negativo.

El Director: ¿Cómo que no?

La hijastra (Susurrando misteriosamente): Hay alguien que puede escucharnos, señor, si ella (señalará a Madama Paz) hablara fuerte.

El Director (Consternado): ¿Acaso va a aparecer alguien más?

Los actores se dispondrán a abandonar nuevamente el escenario.

El padre: No, no, señor. Se refiere a mí. Yo debo estar allá, detrás de la puerta, a la espera. Y Madama lo sabe. Más bien, permítanme, me voy de inmediato.

Se dispone a irse.

El Director (Deteniéndolo): ¡No lo haga, espere! ¡Aquí es necesario respetar las exigencias del teatro! Antes de que usted esté listo…

La hijastra (Interrumpiendo): ¡Rápido, rápido! Me muero de ganas, le dije, de vivir, de ver esta escena. Si usted está listo, yo también.

El Director (Gritando): Primero es necesario que quede clara la escena entre usted y esa señora.

(Señalará a Madama Paz): ¿Lo quiere comprender de una vez?

La hijastra: ¡Dios mío, señor! Lo que ella me ha dicho usted ya lo sabe: que una vez más el trabajo de mamá está mal hecho, que ha desperdiciado la tela y que es necesario que yo tenga paciencia, si quiero que siga ayudándonos en nuestra miseria.

Madama Paz (Adelantándose con aire imponente): Cherto, siñore. Yo non quiero aproffitarmi, sacare ventaka…

El Director (Casi aterrorizado): ¿Qué es esto? ¿Así habla?

Todos los actores estallarán en carcajadas.

La hijastra (También riéndose): Sí, señor, habla así, mitad italiano y mitad español, de un modo divertidísimo.

Madama Paz: ¡Non mi pareze de buen gusto que se ridano de mí por fare el esfuerzo de hablare españolo, señor!

El Director: ¡No, en absoluto! ¡Es más! ¡Hable así, hable así, señora! ¡Es todo un efecto! No podría haber mejor manera para romper cómicamente la crueldad de la situación. Hable, hable así. ¡Está muy bien!

La hijastra: ¡Muy bien! ¿Cómo no? ¡Escuchar cómo le hacen a una ciertas propuestas seguro que impactará, porque casi parece una burla! Es como para reírse escuchar que le digan a uno que hay un «siñor vieco» que quiere «hacerte alguni mimos» ¿No es verdad, Madame Paz?

Madama Paz: Ecco, uno viequito, bella. Pero eso é meglio para ti. Si no te gusta, per lo meno te ayutará.

La madre (Reapareciendo, entre el estupor y la consternación de los actores, quienes no se habían dado cuenta de ella e intentarán apartarla de madama paz en medio de gritos y risas, porque a esas alturas ya le habrá arrancado la peluca y la habrá tirado al suelo): ¡Bruja! ¡Bruja asesina! ¡Es mi hija!

La hijastra (Acude a contener a la madre): ¡No, mamá, no! ¡Por favor!

El padre (Acudiendo al mismo tiempo): ¡Tranquila, tranquila! ¡Mejor siéntate!

La madre: ¡Sáquenla de aquí, ahora mismo!

La hijastra (Al Director, que también ha acudido): ¡No puede ser, no puede ser que mamá mire todo esto!

El padre (También dirigiéndose al Director): ¡No pueden estar juntas! Por eso es que, cuando llegamos, ésa señora no estaba con nosotros. Si están juntas, es inevitable que todo se precipite.

El Director: ¡No importa! ¡No importa! Por ahora es como un primer bosquejo. Todo sirve para que yo pueda, incluso así, de manera confusa, recoger varios elementos.

(Dirigiéndose a la madre y haciéndola sentar de nuevo en su sitio): Vamos, señora. Quédese tranquila y tome asiento de nuevo.

En tanto, la hijastra, colocándose de nuevo en medio de la escena, se dirigirá a Madama Paz.

La hijastra: Dígame, Madama, dígame. ¿Entonces?

Madama Paz (Ofendida): No, no. ¡Gracias muchas! Yo quí no facho piú de nada se tu madre e presente.

La hijastra: Olvídelo. Haga pasar a ese «siñor vieco» que quiere «hacerme alguni mimos»

(Se volverá de manera imperiosa hablando a todos los presentes): En resumen, ¡hay que hacer esta escena! ¿Qué esperan? ¡Vamos!

(A Madama Paz): ¡Usted puede irse!

Madama Paz: Me ne voy, me ne voy, senza problema…

Saldrá furiosa recogiendo la peluca y mirando ferozmente a los actores, quienes aplaudirán con sorna.

La hijastra (Al padre): ¡Y usted haga su entrada! ¡No es necesario que dé la vuelta! ¡Venga aquí! Finja que ha entrado. Eso es: yo me quedo aquí con la cabeza, baja, recatada. ¡Vamos! ¡Hable! Dígame con la voz de un recién llegado, de un extraño: «Buenos días, señorita…».

El Director (Que ha bajado del escenario): ¡Faltaba más! En pocas palabras, ¿dirige usted o yo?

(Al padre que observará en suspenso, perplejo): Prosiga, sí. Vaya al fondo, sin salir, y regrese hacia delante.

El padre, consternado, hará lo que se le indica. Estará muy pálido, pero se investirá de la realidad de su vida creada. Sonreirá una vez colocado al fondo del escenario, como distanciado todavía del drama que estará por abatirse sobre él. Los actores prestarán de inmediato mucha atención a la escena que va a comenzar.

El Director (Susurrando, con prisa, al apuntador que está en el foso): ¡Y usted atento, listo para escribir, ahora mismo!

La escena

El padre (Acercándose con una voz diferente): Buenos días, señorita.

La hijastra (La cabeza gacha, con un reprimido disgusto): Buenos días.

El padre (La observará un poco, bajo el sombrerito que casi oculta todo su rostro, e intuyendo que ella es muy joven, exclamará de asombro, un poco por satisfacción pero también por temor a comprometerse en una aventura arriesgada): Pero… ¿No será ésta la primera vez que… que viene aquí? No, ¿verdad?…

La hijastra: No, señor.

El padre: ¿Ha venido otras veces?

(A lo que la hijastra asentirá con la cabeza): ¿Más de una vez?

(Esperará un poco la respuesta, volverá a espiarla bajo el sombrerito, sonreirá y dirá): Entonces… No debería sentirse así… ¿Me permite que le quite el sombrerito?

La hijastra (Rápido, para prevenirlo, pero conteniendo su disgusto): No, señor. ¡Yo sola me lo quito!

Lo hará deprisa, turbada.

La madre, presenciando la escena, con el Hijo y con los otros dos pequeños, que permanecerán siempre junto a ella, colocados al lado opuesto de los actores, estará en vilo, con gestos de dolor, desdén, ansiedad y horror por las palabras y los actos del padre  y la hijastra. También ocultará el rostro, por momentos, o emitirá algún lamento.

La madre: ¡Dios mío! ¡Dios mío!

El padre (Debido al lamento, se quedará rígido por un momento, pero luego continuará con el tono previo): Démelo. Lo cuelgo yo.

(Le quitará el sombrerito de las manos): Pero sobre una hermosa cabecita como la suya debería estar un sombrerito más digno de usted. ¿Querrá ayudarme, después, a escogerle alguno entre los que tiene Madama? ¿Sí?

La actriz joven (Interrumpiendo): ¡Mucho cuidado! ¡Esos sombreros son nuestros!

El Director (Rápido, enfurecido): ¡Cállese, por Dios! ¡No se haga la chistosa! ¡Estamos en mitad de la escena!

(Dirigiéndose a la hijastra): Continúe, por favor, continúe.

La hijastra (Prosiguiendo): No, gracias, señor.

El padre: ¡Vamos! ¡No me diga que no! Tiene que aceptármelo. Me sentiría apenado… Mire que hay algunos muy bonitos, ¡mire! Y eso alegrará a Madama. ¡Los pone aquí a propósito!

La hijastra: No, señor. Es que ni siquiera podría llevarlo puesto.

El padre: ¿Acaso lo dice por lo que pensarán cuando la vean volver a casa con un sombrero nuevo? No se preocupe. ¿Sabe qué hacer? ¿Qué debe decir en casa?

La hijastra (Arrebatada, sin contenerse): ¡No es eso, señor! No podría llevarlo, porque soy…, como puede ver…, ¡ya debería haberse percatado!

Le mostrará su luto.

El padre: ¡Está de luto! Es verdad. Le pido que me disculpe. Me siento avergonzado, disculpe.

La hijastra (Armándose de valor incluso para sobreponerse al desdén y la náusea): ¡Basta, basta, señor! Soy yo la que tiene que agradecérselo, y no usted quien debe mortificarse o sentirse afligido. No haga caso, por favor, de lo que dije. También yo, como comprenderá…

(Se esforzará por sonreír y añadirá): No debo pensar más en cómo estoy vestida.

El Director (Interrumpiendo, mirando al apuntador en el foso mientras sube al escenario): ¡Espere, espere! ¡No escriba más, deténgase en esta última frase!

(Dirigiéndose al padre y a la hijastra): ¡Muy bien! ¡Muy bien!

(Luego únicamente al padre): Usted continuará como hemos acordado.

(A los actores): Maravillosa esta escenita del sombrerito, ¿no les parece?

La hijastra: ¡Lo mejor está por venir! ¿Por qué no continuamos?

El Director: ¡Tenga un poco de paciencia!

(Volviendo a dirigirse a los actores): Hay que tratarla con un poco de ligereza.

El primer actor: De desenvoltura, de acuerdo…

La primera actriz: ¡No se necesita nada más!

(Al primer actor): Podríamos ensayarla ahora mismo, ¿no?

El primer actor: ¡Por mí!… Ya está, me preparo para hacer mi entrada.

Saldrá para volver a entrar por la puerta del fondo.

El Director (A la primera actriz): Ahora, entonces, fíjese bien. Ya ha terminado la escena entre usted y Madama Paz, que ya me encargaré de escribir. Usted debe quedarse… ¿A dónde va?

La primera actriz: Un segundo, que me pongo el sombrero…

Irá a cogerlo del perchero.

El Director: ¡De acuerdo, muy bien! Entonces, usted se queda aquí con la cabeza inclinada.

La hijastra (Divirtiéndose): ¡Pero si no está vestida de negro!

La primera actriz: ¡Ya me vestiré de negro, y mucho mejor que usted!

El Director (A la hijastra): ¡Le ruego que se calle! ¡Sólo mire! ¡Tiene mucho que aprender!

(Dando palmadas): ¡Adelante, adelante! ¡Haga su entrada!

Y bajará del escenario para tener una mejor imagen de la escena. Se abrirá la puerta del fondo y se acercará el primer actor, con el aire desenvuelto y pícaro de un viejo galante. La representación de la escena, contemplada por los actores, será desde el principio algo completamente diferente a una parodia, sino una copia exacta del drama. Naturalmente, la hijastra y el padre no se identificarán ni con la primera actriz ni con el primer actor al escucharlos decir sus mismas palabras.

Lo expresarán de varias maneras, bien con gestos, sonrisas, o con protestas explícitas por las impresiones de sorpresa, asombro y sufrimiento, entre otras, que reciben, como se verá a continuación. Se escuchará claramente la voz del apuntador, colocado en el foso.

El primer actor: «Buenos días, señorita…»

El padre (De inmediato, sin lograr contenerse): ¡No y no!

La hijastra, al ver entrar de esa manera al primer actor, estallará en carcajadas.

El Director (Enfurecido): ¡Cállense! ¡Y usted deje de reír de una buena vez! ¡Así no podemos avanzar!

La hijastra (Aproximándose al proscenio): Disculpe, pero es inevitable que me ría, señor. La señorita (señalará a la primera actriz) se queda quieta allí donde está. Pero si hubiera sido yo, le puedo asegurar que si alguien me dice «buenos días» de esa manera y con ese tono, me habría dado risa, tal como ha ocurrido.

El padre (Acercándose también un poco): ¡Es eso!… El aire, el tono…

El Director: ¡Pero qué aire! ¡Qué tono! ¡Ahora háganse a un lado y déjenme ver el ensayo!

El primer actor (Adelantándose): Si tengo que representar a un viejo que va a una casa de citas…

El Director: ¡No le haga caso, por favor! ¡Repítalo, repítalo, que estaba muy bien!

(A la espera de que el actor lo repita): ¿Decía?…

El primer actor: «Buenos días, señorita…»

La primera actriz: «Buenos días…»

El primer actor (Repitiendo el gesto del padre, de curiosear bajo el sombrerito, pero expresando luego de una manera completamente distinta la complacencia y el temor): «¡Ah!… Pero… ¿No será ésta la primera vez que…? Espero que no…»

El padre (Corrigiendo, sin resistirse): ¡Nada de «¿Espero que no?», sino «No, ¿verdad?». «No, ¿verdad?»

El Director: Dice «No, ¿verdad?», como preguntando.

El primer actor (Mirando al apuntador): Yo he escuchado «Espero que no…».

El Director: ¡Pero si es lo mismo! «No, ¿verdad?» que «Espero que no…» Usted prosiga, prosiga. Quizá un poco menos enfático. Mire cómo lo hago yo, mire…

(Subirá al escenario y repetirá el papel desde la entrada): «Buenos días, señorita…»

La primera actriz: «Buenos días.»

El Director: «¡Ah!… Pero…»

(Dirigiéndose al primer actor para hacerle notar el modo como ha observado a la primera actriz bajo el sombrerito): Sorpresa…, temor y complacencia…

(Luego, retomando el parlamento, se dirige a la primera actriz): «¿No será ésta la primera vez que… que viene aquí? No, ¿verdad?…»

(De nuevo, dirigiéndose con una mirada aguda al primer actor): ¿Me explico?

(A la primera actriz): Y ahora usted: «No, señor»

(De nuevo, al primer actor): En fin, ¿cómo debo decirlo? ¡Souplesse!

Y bajará de nuevo del escenario.

La primera actriz: «No, señor…»

El primer actor: «¿Ha venido otras veces? ¿Más de una vez?»

El Director: ¡No, no, espere! Deje primero que ella (señalará a la primera actriz) asienta con la cabeza. «¿Ha venido otras veces?»

La primera actriz levantará un poco la cabeza, entornará disgustada los ojos y, después de una indicación del Director, asentirá dos veces con la cabeza.

La hijastra (Sin contenerse): ¡Por Dios!

Y de inmediato se tapará la boca para contener la risa.

El Director (Dando media vuelta): ¿Ahora qué pasa?

La hijastra (Rápido): ¡Nada, nada!

El Director (Al primer actor): ¡Continúe, continúe!

El primer actor: «¿Más de una vez?… Entonces… No debería sentirse así… ¿Me permite que le quite el sombrerito?

El primer actor dirá estas últimas frases con un tono y un movimiento tal, que la hijastra, todavía con las manos cubriendo su boca, por más que intente reprimirse, no logrará contener la risa, que estallará estrepitosamente entre sus dedos.

La primera actriz (Indignada, regresando a su sitio, aparte): ¡Yo no voy a permitir que ésa de ahí se ría de mí!

El primer actor: ¡Ni yo! ¡Se acabó!

El Director (Gritando a la hijastra): ¡Acabe de una vez!

La hijastra: Sí, sí… Perdone, perdone…

El Director: ¡Es usted una maleducada! ¡Eso es lo que es! ¡Una presuntuosa!

El padre (Tratando de interponerse): Sí, señor. Tiene toda la razón. Pero perdónela…

El Director (Subiendo de nuevo al escenario): ¡Pero qué quiere que perdone! ¡Es un insulto!

El padre: Sí, señor, pero créame, créame… Es que produce un efecto algo extraño…

El Director: ¿Extraño? ¿Qué resulta extraño? ¿Y por qué?

El padre: Yo admiro, señor, admiro a sus actores: a este señor (señalará al primer actor), a la señorita (señalará a la primera actriz), pero, la verdad…, no son nosotros…

El Director: ¡Lo duda! ¿Cómo quiere que sean «ustedes» si son los actores?

El padre: Es por eso. ¡Por los actores! Hacen muy bien nuestros papeles. Pero nos parece otra cosa, que quisiera ser la misma, pero no lo es.

El Director: ¿Cómo que no es? Entonces, ¿qué es?

El padre: Algo que… se vuelve de ellos, y ya no es nuestro.

El Director: ¡Eso es inevitable! ¡Ya se lo dije!

El padre: Comprendo, comprendo…

El Director: Entonces, ¡basta de lo mismo!

(Dirigiéndose a los actores): Ya haremos luego los ensayos sólo entre nosotros, como debe ser. ¡Siempre ha sido una maldición ensayar junto a los autores! ¡Nada los satisface!

(Dirigiéndose al padre y a la hijastra): Empecemos de nuevo con ustedes. Y espero que sea posible que usted no se vuelva a reír.

La hijastra: ¡No reiré más, no reiré más! Ahora viene lo mejor para mí. ¡Se lo aseguro!

El Director: Entonces, cuando usted dice: «No haga caso, por favor, de lo que dije. También yo, como comprenderá…»

(Dirigiéndose al padre): Es necesario que usted responda de inmediato: «Comprendo, comprendo…» y que de inmediato pregunte…

La hijastra (Interrumpiendo): ¡Qué!…

El Director: ¡La razón de su luto!

La hijastra: ¡No, señor! Mire: cuando yo le dije que no prestara atención a cómo vestía, ¿sabe lo que respondió? «¡Quitémoslo, quitémoslo de inmediato, ahora mismo, ese vestidito!»

El Director: ¡Magnífico! ¡Muy bien! ¿Quiere que todo el teatro se nos eche encima?

La hijastra: ¡Pero es la verdad!

El Director: ¡Y qué tiene que ver la verdad! ¡Estamos en el teatro! ¡La verdad sólo sirve hasta cierto punto!

La hijastra: ¿Y, entonces, qué quiere hacer ahora?

El Director: ¡Ya lo verá, ya lo verá! ¡Déjelo en mis manos!

La hijastra: ¡Eso sí que no, señor! De mi asco, de todos los motivos, a cuál más cruel e infame, por los que soy «ésta» y «así», ¿quiere hacer usted un pastiche romántico y sentimentaloide, en el que él me pregunta por las razones de mi luto y yo le respondo llorando que mi padre había muerto dos meses atrás? ¡Eso no, señor! Es necesario que él me diga lo que dijo: «¡Quitémoslo, quitémoslo de inmediato, ahora mismo, ese vestidito!» Y yo, con mi corazón enlutado, apenas dos meses atrás, me dirigí allá. ¿Lo ve? Allá, detrás del biombo, y con estas manos que se estremecen por la deshonra, por la repugnancia, me quité el vestido…

El Director (Agarrándose los cabellos): ¡Por favor! ¿Qué es lo que está diciendo?

La hijastra (Gritando, frenética): ¡La verdad! ¡La pura verdad, señor!

El Director: No lo dudo, será la verdad… Y comprendo todo su espanto, señorita. ¡Pero comprenda también que todo eso no es posible hacerlo sobre el escenario!

La hijastra: ¿No es posible? Entonces se lo agradezco, pero no cuente conmigo.

El Director: Un momento…

La hijastra: ¡No cuente conmigo! ¡En absoluto  ¡Lo que se va a representar en la escena lo han arreglado entre ustedes dos! ¡Ahora lo comprendo! Él quiere que se representen (enfatiza) ¡sus tormentos espirituales! ¡Pero yo quiero representar mi drama, el mío!

El Director (Molesto, agitándose con furia): ¡Cómo no, su drama! ¡Pues no sólo existe su drama! ¡Están los otros! El suyo.

(Señalará al padre): ¡El de su madre! No es posible que un personaje llame más la atención y desplace a los demás, acaparando la escena. ¡Es necesario que todos formen un cuadro armonioso y que se represente lo que se puede representar! Sé muy bien que cada uno tiene toda una vida dentro de sí y quisiera contarla. Pero esto es precisamente lo difícil: expresar sólo lo necesario y en relación con los demás. ¡Y con eso, sólo con eso, sugerir todo lo que queda oculto! ¡Ah! Sería muy cómodo si cada personaje pudiera en un precioso monólogo, o… por decir…, en una conferencia, ¡soltar todo lo que quisiera contar!

(Con un tono bondadoso, conciliador): Es necesario que se contenga usted, señorita. Créame, es por su bien. Incluso porque podría dar una mala imagen, se lo advierto. Toda esa furia ofensiva, ese disgusto exasperado, cuando usted misma, si me permite, ha confesado acostarse con otros hombres antes que con él, en lo de Madama Paz, y más de una vez.

La hijastra (Agachando la cabeza, con una voz honda, después de un momento de recogimiento): ¡Es verdad! Pero tiene que pensar que los otros eran, para mí, como él.

El Director (Sin comprender): ¿Cómo que los otros? ¿Qué quiere decir?

La hijastra: Para quien cae en la culpa, señor, ¿no es responsable de todo lo que ocurre después el primero que provocó la caída? Para mí lo es él, incluso antes de que yo naciera. ¡Mírelo y dígame si no es verdad!

El Director: ¡Muy bien! ¿Y no le parece poco el peso de tanto remordimiento en él? ¡Déjelo expresarse!

La hijastra: ¿Y cómo, señor? ¿Cómo podrá expresar todos sus «nobles» remordimientos, todos sus tormentos «morales», si usted quiere ocultar el horror de haber tenido en los brazos, después de invitarla a desnudarse de su reciente luto, a una mujer perdida que era al mismo tiempo aquella niña, señor, aquella niña a la que él iba a ver a la salida de la escuela? (Pronunciará estas últimas palabras con una voz conmocionada.)

La madre, al escucharla hablar así, oprimida por el ímpetu de una angustia incontenible que se expresará primero en unos cuantos gemidos sofocados, acabará estallando en un llanto descontrolado. La conmoción dominará a todos.

Larga pausa.

La hijastra (Apenas la madre empiece a calmarse, añadirá de manera sombría y resuelta): Ahora estamos entre nosotros, todavía desconocidos por el público. Y mañana usted dará un espectáculo sobre nosotros de acuerdo con lo que quiere tramar. ¿Quiere ver el verdadero drama? ¿Quiere verlo estallar como realmente ocurrió?

El Director: ¡Por supuesto! No pido más que eso para extraer todo lo que sea posible.

La hijastra: Entonces, haga salir a mi madre.

La madre (Sobreponiéndose al llanto, con un grito): ¡No!… ¡No lo permita, señor! ¡No lo permita!

El Director: ¡Pero si es sólo para saber lo que ocurrió, señora!

La madre: ¡No puedo más! ¡No puedo más!

El Director: Discúlpeme. ¡Pero todo esto ya ocurrió! No entiendo entonces…

La madre: ¡No! ¡Está ocurriendo ahora, y ocurre siempre! ¡Mi tormento no ha terminado, señor! ¡Yo estoy viva y presente, siempre presente en cada momento de mi tormento, que siempre se renueva, también vivo y presente! Y a esos dos pequeñitos, ¿los ha escuchado hablar? ¡No pueden hablar más, señor! Están apegados a mí, todavía, para tener presente mi tormento. ¡Pero ellos ya no existen, no existen! Y ella, señor (señalará a la hijastra), se escapó, se alejó de mí y se ha perdido, se ha perdido… ¡Si yo todavía la veo aquí es todavía por eso, sólo por eso, siempre por lo mismo, siempre, siempre, para recordármelo siempre, vivo y presente, el tormento que he sufrido también por culpa de ella!

El padre (Solemne): ¡El instante eterno, como le dije, señor! Ella (señalará a la hijastra) está aquí para retenerme, fijarme, mantenerme inmóvil y suspendido eternamente en el escarnio, todo por culpa de un momento fugaz y vergonzoso de mi vida. No puede renunciar a eso, y usted no puede ayudarme.

El Director: ¡No he dicho que no se representará! Justamente será el núcleo de todo el primer acto, hasta llegar a la sorpresa de ella. (Señalará a la madre)

El padre: Eso, sí. Porque es mi condena, señor: toda nuestra pasión tiene que culminar en su grito final.

También señalará a la madre.

La hijastra: ¡Todavía lo escucho! ¡Ese grito me hizo enloquecer! Usted puede hacerme aparecer como quiera, ya no me importa. Incluso vestida, y bastará que por lo menos tenga los brazos  – sólo los brazos – descubiertos, porque, ¡fíjese bien!, cuando estaba así (se acercará al padre y apoyará la cabeza en su pecho), con la cabeza apoyada, así, y abrazándole el cuello, ¡vi palpitar aquí, en mi brazo, una vena, y como si fuera esa única vena la que me diera asco, cerré los ojos así, así, y hundí la cabeza en su pecho!

(Se volverá hacia la madre): ¡Grita, mamá! ¡Grita!

(Y hundirá la cabeza en el pecho del padre, y con los hombros alzados como para no escuchar el grito, añadirá con una voz desgarrada y sofocada): ¡Grita! ¡Grita como lo hiciste esa vez!

La madre (Lanzándose a separarlos): ¡No! ¡Hija, hija mía!

(Y luego de haberlos apartado): ¡Bruto, bruto, es mi hija! ¿No te das cuenta de que es mi hija?

El Director (Retrocediendo al proscenio tras el grito, entre el estupor de los actores): ¡Magnífico! ¡Sí, magnífico! ¡Telón, telón!

El padre (Acercándose a él, agitado): ¡Así fue, así ocurrió de verdad, señor!

El Director (Admirado y convencido): ¡No lo dudo! ¡Telón, telón!

Ante los gritos reiterados del Director, el tramoyista hará caer el telón, dejando afuera al Director y al padre.

El Director (Mirando hacia arriba, levantando los brazos): ¡Pero qué imbécil! He dicho telón para dar a entender que el acto debe terminar así, ¡y me tira el telón de verdad!

(Al padre, levantando una borde del telón para entrar en el escenario): ¡Está muy bien, muy bien! ¡Impactará sin duda! Tiene que terminar así. ¡Se lo aseguro, se lo aseguro, al menos este primer acto!

Entrará con el padre tras el

Telón

1921 – Seis personajes en busca de autor
Tragedia en tres actos

Introducción, Resumen, Articulos
Prefacio del Autor
Personajes, Primera Parte
Segunda Parte
Tercera Parte

In Italiano – Sei personaggi in cerca d’autore
In English – Six characters in search of an author

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